15 de mayo de 2020

Abelardo Montaraz, mozo nacido en un poblacho de las sierras que hay cerca de Córdoba, dio en opinar, en un año oscuro de encierro y temor, que quizás en escolásticos segundones, criados en Italia y en conventos normandos, se hallasen anticipos intuidos de lúgubres hallazgos con los que la física cuántica hizo peligrar la inteligibilidad del orbe. Pero de estas vislumbres, llegadas con el sueño, no podía dar cabal cuenta luego a los curiosos preguntones. Así de ingrata es la ciencia fortuita.

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