12 de septiembre de 2010

Carretera

(Días de coche y ausencia de pensamiento) Previsión: cinco horas, más paradas. Atolondramiento. Miedo, irracional. No sólo a los puentes: un valiente supera este temor las veces que haga falta. Una parada en el área de servicio de los A. de la G. Exceso de espacio, destartalado, un perfecto o casi no-lugar. Tendría que revivirse Cortázar para apreciar estos sitios. (A. R., copista, me dice que le recuerda un comedor escolar.)

Por la autovía de La M. no circulan quijotes sino burgueses, más grandes o más chicos, motorizados, retornando a sus lugares. Ahora bien, ¿retornando a qué? Siete Kms. a la meta en los Lagos de Covadonga. 150 kms. a M.

Esta mañana, en Cu., un niño preguntaba por qué. Los adultos saben utilizar su ingenio o experiencia para responder. Lo hacen como si ametrallaran, impacientes y malescondiendo su malhumor. Los adultos a veces se conducen igual que niños y preguntan también. Como niños nos tratan. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Y por qué no?- nos disparan con su desplante. Si supieran...

Monotonía de la llanura: interrumpida sólo por los molinos generadores en los oteros mediocres, ahí al fondo en el horizonte. (El automovilista en realidad no posee un horizonte sino un acelerador y la voluntad de acortar el trayecto.)

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