22 de septiembre de 2010

Hunos y hotros, II

Un hombre se puede equivocar, de persona o de personaje. Nunca, excepto que haya renunciado a la dignidad, se puede olvidar de reconocer a los que le hicieron un bien. Si no ocurriera así sería un muerto, un otro. No obstante, por respeto a sus ancestros, a los que nunca olvida, hará bien en olvidar aquellos actos en los que él se conoció víctima de un mal. No hay orgullo aquí, sino que el espejo de cada mañana no le vaya a devolver un despojo de existencia sino un estar en el mundo simple y sincero.

1 comentario:

eutelia dijo...

pero que bonito..!