17 de noviembre de 2007

Demagogia

(En torno a los sueldos de los políticos)

El arte retórico que -precisamente ése- no está al alcance del pobre: puesto que él no puede ser demagogo, porque no conduce a nadie; ni siquiera el sentido de las palabras, que van de arriba hacia abajo.

Se concede, pues nada le cuesta al que lo hace, una apariencia de conversación amable que contiene una argumentación; tan falso resulta como la relación entre prensa y lector: éste queda a merced de: 1º la ética periodística, 2º que graciosamente se le conceda un brevísimo -vergonzante- espacio en la sección de Cartas al Director.

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Se tiende a desestimar el papel de los elementos formales de la relación comunicativa, a todos los niveles, creyendo (?) que nada son enfrente del gigantismo económico, militar, político, ideológico (por citar los ejes -si no me equivoco- de la sociologia histórica de Michael Mann). Gran error: la fluencia de palabras representa un extraordinario índice de las poderosas corrientes subterráneas, el cemento, la esctructura-base...

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