4 de noviembre de 2007

Críticas escolares: El fin de la educación

En este libro, el teórico de la educación norteamericano Neil Postman, fallecido en 2003, plantea una serie de interrogantes acerca del lugar y significado de la escuela (empleado el término con un sentido genérico), a finales del siglo XX. La edición original del libro, en inglés, es de 1995, pero esto no impide que las cuestiones debatidas en el texto puedan tener vigencia plena en esta primera década, no lejos de su final, del siglo XXI. Como tampoco debe ser un obstáculo el sesgo estadounidense de las historias y los problemas contados. El título del libro contiene una ambigüedad que va a dar sentido a las aportaciones de Neil Postman: "fin de la educación" en tanto desaparición posible de la institución escolar, y de sus funciones socializadores, sustituida por otras instancias educadoras, como la tecnología; "fin de la educación", también, una vez que la escuela se podría quedar sin su clientela puesto que no existe ya un "público" al que mostrar (enseñar, integrar en) una cultura común, una vez que la idea de un mestizaje intercultural se ha quebrado en el relativismo de los guetos y las diferencias étnicas, y que el "crisol" se ha transmutado (por indebida alquimia) en relativismo cultural y en imposibilidad de diálogo entre ciudadanos de múltiples procedencias. ¿Qué ciudadanía?, cabría preguntar, sin esa integración que prometían las instituciones educativas y que era lo que justificaba su existencia social. De eso se trata, en segundo lugar: del "fin de la educación" en tanto que cuestionamiento de su legitimidad y necesidad de ofrecer respuestas, a partir de las narrativas que históricamente orientaron el funcionamiento de las escuelas, pero que no son eternas en su eficacia, y atendiendo a las narrativas (otras, diferentes) que puedan dar nuevo valor a ese escenario más o menos regulado del saber que son las instituciones públicas de enseñanza. Estas "narrativas" se construyen, es evidente, con el material que proporciona el lenguaje, tejidas con unos elementos discursivos privilegiados como son las metáforas. De esa manera, con nuevas metáforas y nuevos relatos en los que se integran, la escuela servirá de plataforma de discusión para asuntos de tanta relevancia como los deberes que tenemos unos hacia otros y hacia la Tierra en general, la construcción lenta y nunca definitiva ni dogmática de los conocimientos científicos, el respeto hacia la diversidad enriquecedora en las creencias y en las costumbres, las posibilidades y riesgos de unos desarrollos tecnológicos aceptados acríticamente en muchas ocasiones, como si hubieran de constituir el horizonte utópico del ser humano, y la panacea de cualquier aprendizaje. Se comprenderá que en un libro que se propone la necesidad de unas narrativas capaces de dar sentido a la tarea de la enseñanza, desde primaria hasta la universidad, el lenguaje que normalmente se usa inadvertido se constituya, a su vez, como uno de los puntos principales que hay que discutir. Pues bien, se puede pensar que es en ese aspecto en el que las escuelas encuentran aún su validez actual, y es previsible que siga siendo así en el futuro.

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