30 de septiembre de 2007

Testamento

Sin pistas

Como aficionado y pasionalmente interesado por el asunto, aunque horrible y poco práctico investigador, perdido dentro del bosque de la ficción y la realidad, la historia oral, las historias de vida, las autobiografías y las autoficciones, la memoria y las Memorias, etc. etc., como aficionado e interesado por el asunto, (me) digo, evidentemente uno se cuestiona muchas veces qué es lo que debe pasar con la escritura que no ha sido solicitada, aunque luego encuentre a alguien. Aunque esto debe ser siempre así, con todos los productos (y también los culturales): siempre debe ser la existencia previa de la oferta sobre la demanda, aunque aquí (en los blogs) se trate de una empresa ruinosa, dado que el autor se reduce al mínimo, renuncia a sus derechos (al escribir urbi et orbe) en gran medida, se oculta o directamente no firma, por miedo, por pudor, por los rumores o por lo que sea. No es mi caso, aunque yo sea más pudoroso que Nadie. Pongo mi nombre y lugar, quizás por autocompasión, en tanto mínimo auto-reconocimiento que me hago, o que hago a mi intención confesa de no mentir ni faltar a la ética en cualquier cosa que escriba (al menos a propósito, que los deslices vienen solos), hasta el punto de que seguramente se es mucho más honrado en el texto que en la vida---

Esto es: que la escritura puramente virtual es un oxímoron (vaya con la palabra!) difícil de sostener en la práctica. No se pide ni autoridad ni fama, ni nombre ni prestigio. Pero el que escribe existe, deja huellas en la pantalla y en los que lo leen, existe incluso para escribir (práctica tan adictiva como cualquier droga), se entrega a afectos y desafectos, y hasta -también- al puro análisis frío de los argumentos (en mi caso soy muy mal razonador), o al contrario y más extremado devanarse obsesivo los sesos por lo escrito y lo leído. Dado que existe, que existe escribiendo y que escribe existiendo, quiere, por lo menos, que quede constancia de esa verdad (y de su moralidad), que no se tuerzan los términos y que se piense que por carecer de autoridad-legítima-académicamente-constituida uno ha renunciado a su intimidad, a su "autorialidad". Se trata de la escritura, novísima, posthistórica casi, en pantalla, pública y global en un sentido literal. Y lo que es público, en ese espejo quiere reconocerse, y de alguna manera tiene que responsabilizarse por lo escrito, si su afán no es meramente jugar (el mío no lo es)---

Claro, ¿cómo facultar el reconocimiento de una escritura que se hace anónima, sin nombre o, mejor, sin dueño, una vez que se "enreda"? Dejando pistas en la página o diciéndolo a los conocidos, y que los conocidos se den por enterados de lo que eso significa, que no se trata de la absurda pretensión de una imposición de lectura, sino que se trata de un acto más, socialmente efectuado, que uno quiere ver conocido (por los otros) como cualquier otro acto---

En sociedades menos mediterráneas se podría pensar en un "banco" de historias de vida a través de los blogs, tal y como existen iniciativas en Francia (a partir de los trabajos de Philippe Lejeune) para hacer perdurar la memoria autobiográfica de los no-escritores, o como se hizo en Polonia a principios del siglo XX. Sería mucho más sencillo, puesto que se trata de un banco "virtual". Falta que alguna autorizada "Academia" se haga cargo de la utilidad de la medida, con la idea, quizás, de que los tiempos críticos como el actual (vamos a suponer que sí se trata de verdad de una época crítica) producen experiencias vitales críticas que mueven a ser escritas por aquellos que no son los convidados usuales a los fastos de la escritura---

¿Qué pasó con la invención de la imprenta? ¿Se produjo algún tipo de entusiasmo general?

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