24 de septiembre de 2007

La vieja y la lluvia

¿Cómo no sentirse un poco canalla? El deber está ahí, mucho más imperativo cuando el deseo de ajustarse a él es menor, sin recompensas de ningún tipo, sólo la molestias... además de no saber a dónde te llevará esa rectitud de la conciencia que nadie te pide. Excepto tú. Es sencillo, y querer complicarlo con razones no va a ocultar de ninguna forma lo esencial del asunto. Tan simple como el alto precio de un imperativo categórico: nada sino la regla, el absoluto, un desierto en el interior de la conciencia -una vez que ha dejado de ser cristiana- que la condena a ser dios para sí misma, a orientarse en el mundo, a pecar o salvarse sin medias tintas por cada uno de los actos que ejecute. Luego estará la comodidad, la calidez del hablar que te exculpa, pues es muy poco lo que tú podrías hacer en ese caso---

Escribir no libra, no. Dispone la situación, negro sobre blanco. Tan cruel como la entrega absoluta del padre (el hombre) al dios que reclama el hijo (Isaac/Jesús), pero aquí estamos en un desierto (interior), una tarde de lluvia (en el mundo, la calle).

...

Ya me imagino que no se trata exactamente de esto, que está expresado con lengua torpe y áspera, desganada---

Nada que ver, por cierto, con la santificación de la tibieza que uno puede leer en Yo y tú, objetos de lujo---

Conocer el mundo pasa por conocer la percepción contemporánea del mundo.

Conocer, así, la alegría del náufrago aferrado a la superficie, sobreviviendo en el movimiento, rechazada -la persona- por los acantilados (la imagen es, a primera vista, si no lo comprendo mal, de Vicente Verdú, pp. 138-139)---

El diagnóstico, catastrófico, por detrás del velo de una ironía (lo velado es tanto la ironía como la realidad) que por reiterada se ha vuelto objetiva, es plenamente certero, pero el enfermo muere alegre---

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Jazz:

Django Reinhardt (guitarra), Kenny Burrell (guitarra).

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