28 de julio de 2007

El viaje

Amaría cualquier lengua si me hubiera tocado en suerte. (¿Cuál debería ser la utilidad de amar en desgracia?) A salvo de esa disposición del azar, que me hiciera conocer otro mundo con sus palabras y sus límites geográficos y mentales, aprendí (mi error, mi certeza) a renegar de los viajes: quieto en mí (aunque pensando en la guerra), se me ocurre admirar el mar cuando me toca, y dejarlo después. Considero que mis viajes son la intensidad del tiempo (de lo que gozo y de lo que sufro), acentuando de cualquier manera y levemente los días que desde fuera parecen iguales---

No me convencen mis razones, porque en mi certeza está el error: obligándome yo -así lo quiero- a este camino que Descartes me había prohibido---

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El hombre bien mandado anota los libros que ha leído, y los discos que está escuchando en horas nocturnas:

Octavio Paz, Los hijos del limo.

(Me quedo con la falta de fe en cambiar a los hombres y al tiempo del mundo, el menosprecio de teologías políticas, que no excluye el temor, la simpatía por Breton y Duchamp: no distinguiendo lo que ya es mío y lo que ya fue de Paz---

Mérito del mejicano, desde luego, y no de un pobre diablo tan humilde y casi chino como yo---

¿Dejar de creer en la eternidad para creer en el futuro, que se ha de lograr a golpes de compras, de sudor y de ignorancia? No: sí en lo perdido que se va por las esquinas del pasado. Yo ya me entiendes; tú ya me comprendo---)

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Marvin Gaye, Marvin Gaye Live!

(El que escucha música, aunque no la entienda, es ya otro---)

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