En este soberbio documental sobre la música de la isla bendita y trágica, ninguna palabra es política. Lo son las imágenes, de una belleza radical y desoladora. No hay amor verdadero que no se acompase con la piedad por la decadencia de los cuerpos, físicos y políticos. No hay hermosura sin melancolía.
(La justicia se vuelca en clemencia, eso nos demandan los cristianos.)
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