13 de noviembre de 2016

Otoño y un carácter

Los pobres, aquellos que mueren solos, enfermos y olvidados, solo tienen para repartir su capital de odio. No podemos determinar si vino primero su olfato para la injusticia, o si fue el resentimiento el que les hizo agudos para la denuncia. De seres silenciosos hablo, hasta torvos cuando miran al suelo y no de frente. No aguantan el peso de un espejo. Prefieren mirar a través de la ventana cuando está anocheciendo y la cortina corrida no deja más que un resquicio pàra que los ojos adivinen, y así suspender el cuerpo y que el alma olvide. El ojo anticipa lo que no quiere: el abandono, el frío, el fin. Sin el consuelo de los otros, que no existen para quienes vienen al mundo con la sangre amarga, como de retama.

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