8 de junio de 2025

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Dos citas de J. Edwards, en Letras Libres, 2001:

 1. Fradique, en complicidad con Eça de Queiroz, su inventor, se definía a sí mismo como un "turista de la inteligencia", no como un hombre de ciencia, ni un filósofo, ni un historiador, a pesar de su notable afición a la historia. A la vez, era un estudioso constante, un aficionado que sabía concentrarse en sus temas, un espíritu libre y notable por su audacia. A la manera de los escribidores de Flaubert, se dedicó a temas tan diversos como los monumentos megalíticos de Andalucía, las habitaciones lacustres, la mitología de los pueblos arios, la magia de Caldea o el derecho consuetudinario de las tribus cafres.

2. Otro punto en común y que Edwards Bello recibía de Eça de Queiroz y de Fradique en forma consciente, plenamente a sabiendas, es la relación contradictoria, apasionada, de amor odio, con la tierra y con la ciudad propia. En el prólogo a su Don Juan Lusitano sostiene con acento unamuniano que el hombre, Eça, "no vivió sino que soñó al Portugal". Es la Lisboa de él la que interesa, no la del Museo de los Coches. ¿Por qué? Por una razón sencilla y profunda: porque "Lisboa es él". ¿Pensó también Edwards Bello que Valparaíso era él? Probablemente sí, o aspiró, por lo menos, a que lo fuera, en su condición de ciudad de los fantasmas, de los cerros y de los vientos.

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