Un objeto no es su nombre, su ser mostrenco. Está en algún recodo de la memoria propia, que dábamos por olvidado. Parte de nosotros que es, nos desespera cuando lo convocamos y no aparece. De entre los objetos, ninguno tan nuestro como un libro. Dice de lo que fuimos, y en ese decir seguro que hay algo que permanece a pesar de las mudanzas del tiempo. Incluso cuando no somos.
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