El hombre andaluz no es un hombre coherente. Es un hombre anárquico. Es, generalmente, un hombre poco hecho. Un hombre que hace cientos (sic) de años que pasa hambre y que vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual. Es un hombre desarraigado, incapaz de tener un sentido un poco amplio de comunidad. A menudo da pruebas de una excelente madera humana, pero de entrada constituye la muestra de menor valor social y espiritual de España. Ya lo he dicho antes: es un hombre destruido y anárquico. Si por la fuerza del número llegase a dominar sin haber superado su propia perplejidad, destruiría Cataluña. E introduciría su mentalidad anárquica y pobrísima, es decir, su falta de mentalidad. (J. Pujol, 1976, vía El Debate)
J. P., seguramente un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo... con menos gracia, eso sí. Aunque me reconozco, poco andalucista que sea uno, aun morando en C. la llana, en muchos de los trazos del estereotipo.
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