Desde la regla a su aplicación, o la posibilidad de ser kuhniano o quineano sin saberlo: está la conciencia pecaminoso, o la torpe y perezosa, o aquella engolosinada en los pormenores. En cualquier caso, entre el criterio y su objeto se interpone un mundo extensible al infinito, compuesto de los extravíos de la subjetividad, y así sucesivamente, como sabe cualquier caballo adiestrado en la filosofía del divino Platón.
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