16 de mayo de 2015

La frialdad, el descreimiento desvalido, resultan de la pasión. Nada se emprende sin ese origen, ningún acto en que gastar el tiempo aunque este de Cronos sea un registro inválido, como un velo reconocidamente ilusorio. O precisamente porque lo es. Los elementos del mundo son átomos de apariencia, y la razón la fundamenta en un empeño inútil, prestigiosamente parmenideo o platónico, por entronizar la lógica en un mundo verdaderamente hecho de caos y voluntad, de una fuerza con poco orden, a no ser el que instaura ella misma en sus hechos producidos. Kant, Schopenhauer, Nietzsche son vértices de este triángulo mágico y desazonante...
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Hay una tragedia en pretender desdecir una realidad que obliga, se muestra de este modo una realizacion pragmática, en aforismos, de la paradoja del mentiroso: afirmar el mundo es señalar la verdad de su falsedad, y a la inversa. Cioran, Wiitgenestein, también... traslaciones de un moralismo escéptico que saltó a la palestra en el instante casi del triunfo de la moral oficial, cristiana y platónica, piadosa.

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