(Sobre una columna nada salomónica en EP) Burlarse de la creencia y el rito está bien, pero desde su interior. Desde fuera no parece deportivo.
Aparte, o abundando en lo mismo y continuando el humor en la lógica de los asuntos de la fe, el absurdo vacuna contra la credulidad: admitido ese único -o a lo más dos o tres semejantes- disparate, el cupo está cubierto, y quitando ese pequeño defecto de partida no se hallará talento más hipercrítico que el del creyente.
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