No hace falta ni que sueñe. Pienso en su número y en lo fácil que es jugar con ellos, en lo improbable de la suplencia. Lo veo más claro conforme pasa el tiempo. Los capaces, los buenos y entregados se anticipan aquí y allí, y no creo que inviertan jerarquías. Valen dentro lo mismo que valen fuera, pero no sé quién va a determinar esos órdenes del espacio. Que alguien defienda la piedad como antídoto del olvido. Tengo que pensar así.
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