16 de noviembre de 2024

Vidas de filósofos improbables

 Danilo Donete, servocroata (sic) de luenga y plateada barba, pondera gran hallazgo intelectual suyo  proclamar la epifenomenicidad de la conciencia con relación a la abismal mecánica de los circuitos cerebrales. Ciñéndonos a los términos del tomismo agnóstico, la conciencia no es absolute, pero sí relative. Apuntala Donete su hallazgo en la feliz coincidencia de que los mismos popes europeos de los estudios culturales, que inundan la academia norteamericana, estragando por donde asientan, defienden la disolución del sujeto en el pandemonium de discursos que lo constriñen. Aunque esta no sea la manera de verlo correctamente, porque podría darse el caso de que, en un presunto intuitus, de la constricción quisiera colegirse el ego sum, como de una boa la existencia de su víctima. Ni por asomo. El alma cogitante y reflexiva surge, evanescente inaprehensible efluvio, de la palabrería ambiental, como una ficción sustentada en una red que tampoco nada ni nadie (¿cómo podría?) sostiene. Niebla, y más allá noche cerrada, me digo yo, causada por esa incapacidad de algunos de dejar tranquilo el misterium tremendum. Si como dicen algunos, no valen la pena los viajes, ¿a qué emprender este de las preguntas?

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