No hace falta cárcel ni censura oficial: basta con el escarnio para que la gente se discipline sola. Y lo peor es la tentación de acostumbrarse. De aceptar que esto es normal, que forma parte del paisaje. Es entonces cuando la democracia empieza a morir: no de un golpe, sino por la suma de las miles de cobardías diarias. (G. Sánchez, en The Objective)
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