Mientras los griegos votan –vomitan- su angustia como un castigo de Europa a su alegría de vivir, hojeo este libro /de H. Miller sobre su visita a L. Durrell/ y estas cartas y comprendo que la envidia está extendida por el viejo continente y también por el nuevo, para qué engañarnos. Porque si algo supieron hacer los griegos fue vivir como dioses. Al día. Cada día un poco. Lo justo. Para qué más. Y esto jamás lo entenderán sus prestamistas. (I. Carrión)
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