auto/ficción

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7 de marzo de 2011

Sancta, indocta, nescientia

Andaba yo por un pasaje en el que Jankélévitch intenta argumentar que sólo se puede ser inocente cuando no se tiene ninguna pretensión de serlo, de la misma manera que no se puede ser inteligente e irlo proclamando y lo mismo puede decirse de la modestia, la ironía y de todas esas cualidades frágiles "qui n'existent que dans la nescience d'elles-mêmes," cuando me ha llegado completamente diáfano lo que una madre de poco más de veinte años le decía a otra en una mesa contigua a la mía: "Yo no sabía que a un hijo se lo puede querer tanto. Se lo quiere tanto que hasta duele".

He cerrado el libro y me he ido a hacer la compra.
 
Solamente se conoce de verdad lo que se ignora en la superficie.
Martín López en 7.3.11

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