7 de noviembre de 2010

C. 2010

Cuando uno se muestra cansado del mundo, igual es el mundo el que está cansado de uno.

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Wallace Stevens es para mí un descubrimiento extraordinario. Algo inconveniente, también, dado que me confirma mis intuiciones más sombrías. Este señor abogado, ejecutivo de su empresa y poeta de Pensilvania, veraneante (?) ocasional en los Cayos de Florida, no debía estar pensando en mí ni en nadie en concreto cuando escribía esos versos terribles, aparentemenete secos, en los que se dialectiza sobre imaginación y realidad, sobre la cosa del poema y sobre muchas otras cosas. Debía estar pensando en todos, por debajo o por detrás de su vida gris y cómoda; la existencia que él llevaba o yo pienso que llevaba. Por eso me inquieta...

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